Liderazgo femenino: elegancia efectiva en contextos de crisis
En el mes de Abril de 2022, la revista española femenina de negocios Visionarias, creada y dirigida por mujeres, publicó mi artículo «Liderazgo femenino: elegancia efectiva en contextos de crisis».
Comparto el link y el contenido del mismo a continuación.
Cuerpo del artículo:
“El éxito es como llegar a ese cumpleaños tan esperado, y descubrir que sigues siendo exactamente la misma persona”. Audrey Hepburn.
Les confieso algo de entrada: este artículo fue escrito con mucho amor hacia las mujeres líderes que pueblan “Visionarias” y hacia cualquier persona que llegue a sus páginas. Por eso va una aclaración importante: mi intención no es alimentar una “guerra” inútil con los líderes varones desde el enunciado del título. Nada más alejado. ¿No es suficiente con la que se desató de repente y sin sentido, afectando la vida de miles de personas? Creo firmemente en la convivencia basada en el respeto entre mujeres y hombres en el ámbito laboral y en cualquier otro. Cuando hablo de liderazgo femenino, me refiero a todas las personas que, siendo mujeres biológicamente, o sintiéndose mujeres, o eligiendo esa sexualidad en cualquier momento de su existencia, han adoptado el camino emprendedor como forma de vida y han integrado virtudes como la elegancia al momento de liderar, en especial en escenarios de crisis mundial, como el actual (y tantos otros que fueron y serán).
Surge entonces la pregunta obvia: ¿Qué significa liderar con elegancia efectiva y por qué las mujeres líderes en su mayoría cuentan con esta magnífica capacidad?
Como seguramente ya adivinaron, el término “elegancia” en este caso no tiene nada que ver con la vestimenta o la moda…sino con una actitud practicada con perseverancia en el día a día de la gestión, cuyas virtudes y resultados son innegables, y que en breve pasaré a comentarles.
Es sabido que “crisis es oportunidad”, y aunque la frase sea por demás trillada, encierra una verdad insoslayable: ante ella podemos optar por dos “respuestas”: crecer, es decir, aceptarla, observarla, pensar alternativas o posibilidades y aprender de ella, o estancarnos, o sea negarla, hacer de cuenta que “no existe”, seguir nuestro camino “como si nada” aunque sus señales sean contundentes, mentirnos a nosotras mismas, porque después de todo “las cosas hay que seguir haciéndolas para generar resultados”, etc. Entonces, dependiendo del lugar donde “estemos paradas”, podremos tanto empoderarnos y a nuestra gente, como desmoronarnos y dejarnos abrumar por los coletazos que toda crisis siempre, irremediablemente, repartirá.
Y aquí es donde el liderazgo femenino toma la vanguardia: la mujer que lidera y decide crecer, es un referente imprescindible, un espejo donde muchas podemos mirarnos y a la vez reconocernos. Un ejemplo a seguir…
En mi experiencia como NeuroCoach transformacional, he podido observar durante años que somos las mujeres, en gran mayoría, quienes tomamos las riendas de cualquier “asunto” por más oscuro que parezca, y como verdaderas artesanas relacionales, vamos tiñendo de luz cada “problema”, desafío, desacuerdo, etc.
Esto tiene una razón biológica: estamos “cableadas” neurológicamente para reconocer y aceptar nuestro mundo emocional, interno, íntimo, misterioso y sublime, y ponerlo al servicio de la construcción de “puentes” – relaciones – que unen mundos y plasman bienestar y entusiasmo. Y también tiene una razón lógica: históricamente nos costó mucha sangre, sudor y lágrimas llegar a puestos de poder, y ahora podemos desplegar esas virtudes que tanto le hacen falta al mundo con total naturalidad.
Este despliegue les cuesta mucho más a la mayoría de los varones líderes. Ellos se orientan y focalizan en lograr los resultados – y en eso debemos admirarlos – son claros “goal oriented” y, salvo en casos verdaderamente excepcionales, no le dan importancia a valores que nosotras consideramos fundacionales en toda relación humana, en particular cuando asumimos la responsabilidad de liderar personas.
Valores como la tolerancia, la paciencia y la humildad, por nombrar solo tres, indispensables desde siempre para invitar a la gente a navegar la aventura de los cambios, siempre necesarios, contagiarlos del ánimo de co-crear otras posibilidades, animarlos a confiar en sus capacidades para atravesar cualquier crisis, afianzando lazos y saliendo mucho más fortalecidos de la “prueba”.
Las mujeres líderes gestionamos con elegancia por la simple razón de que nuestros modelos no son tan agresivos ni únicamente orientados a resultados como los modelos masculinos. Nuestra mirada es holística, porque integra, abarca y significa mucho más que una estrategia de mercado o el cumplimiento de unas metas, y muchísimo más que un plan de negocios “exitoso”.
En líneas generales y salvo excepciones, las virtudes con las que lideramos nos definen como:
Restauradoras: estaremos siempre dispuestas a tener un diálogo reparador, y nos mantenemos en todo momento a una conversación de distancia de cualquier conflicto que haya surgido.
Mediadoras: solemos intervenir cuando hace falta para escuchar todas las “campanas” con la intención de reconciliar partes.
Reflexivas: nos tomamos el tiempo necesario y “rumiamos” cada decisión, en especial cuando necesitamos tomarla “con urgencia”.
Compasivas: la inteligencia emocional es nuestro sello de “fábrica”: sabemos escuchar, entender y disculpar sin necesidad de “preámbulos” ni demasiadas vueltas.
Creativas e imaginativas: vivimos haciendo hincapié en que todo puede ser/hacerse diferente y mejor, y buscamos con quienes lideramos, espacios de interacción donde reine el diálogo y la tormenta de ideas, para seguir creando y creciendo juntos.
Alegres: nos gusta mucho vibrar en esta frecuencia. Hacemos todo lo que podemos para que también los demás gusten compartir momentos de alegría y humor cotidianos. La neurociencia avala con miles de estudios que la alegría en el trabajo es factor clave de alto desempeño.
Intuitivas: aprendimos a lo largo del camino a honrar, escuchar y prestarle mucha atención a esta voz presente en nuestro espíritu. Por no hacerlo, muchas veces experimentamos la frustración y nos arrepentimos.
En síntesis: hemos perfeccionado el arte de ser, como diría Maya Angelou, verdaderos “arco iris” en la “nube” de los otros. Trabajamos como verdaderas “amortiguadoras” de todo tipo de dolores emocionales. Somos unificadoras de mundos, sanadoras y hasta guías amorosas cuando la situación así lo requiere. Y hoy en día se requiere muchas más veces de las que quisiéramos reconocer.
La dinámica relacional más acorde con nuestra naturaleza y que nos interesa crear y mantener es rica y trascendente. Rica porque nutre a los demás mientras nos nutre. Trascendente porque no encaramos ningún negocio que no contemple la puesta en práctica, respeto y sistematización de las mal llamadas “habilidades blandas” como premisa básica de nuestra gestión.
Porque decididamente somos expertas en forjar estilos de comunicación que si bien no están exentos de límites (todo buen líder debe aprender a ponerlos bien temprano y a respetarlos cuando la ocasión lo requiera), están basados en valores humanos universales que encarnamos, a veces contra viento y marea, para dar el ejemplo.
Tal vez una manera de terminar este artículo sea concluir que a ninguna líder mujer “se le caen los anillos” si se equivoca…porque tenemos la humildad de reconocer errores, caer, lastimarnos tal vez, pero volver a levantarnos cada vez con mayor fuerza, mirándonos al espejo y si es preciso, pasándonos el peine y maquillándonos.
De ahí nuestra elegancia efectiva, nuestro verdadero poder, nuestras misiones y nuestros logros.
Ah, por cierto, casi me olvido…Además, y como si todo esto fuera poco, contamos con la invaluable y maravillosa cualidad de NO ser para nada perfectas… ¡Gracias al Cielo!
Mónica M. Arias – 27-4-22