Comunicación de Excelencia: el poder de refinar el lenguaje.

Sabemos que todo comunica, lo que se “escucha y se ve” y lo que no, porque comunicar no implica solo hablar, sino también expresarse.
Sin embargo el habla, en cualquier idioma, sigue teniendo prioridad a la hora de emitir un mensaje…que no siempre “llega” con el sentido y significado de lo que se intentó compartir. Pero esa es «harina de otro costal» como diría mi abuela.


La Neurociencia nos dice que vivimos de acuerdo a ciertos “patrones” del lenguaje acumulados en el inconsciente, que no siempre favorecen la buena comunicación, porque con la repetición devienen en efecto “hipnótico”. Dicho de otra manera: el lenguaje que usamos sin darnos cuenta, demarca el resultado de nuestra comunicación, y por ende, de la calidad de nuestras relaciones.

Sabemos que el lenguaje es poderoso porque obra como una moneda de dos caras: es creador y destructor al mismo tiempo. Tanto puede sanar, elevar, mejorar, alentar, facilitar, construir, bendecir, recrear, inspirar, valorar y amar, como todo lo contrario: con una sola frase desalentadora se puede truncar el futuro de una persona, o hacer que su estado de ánimo caiga en picada y tarde mucho tiempo en recuperarse. 

En los entornos laborales este doble poder del lenguaje se magnifica, para bien y para mal, con las consecuencias que se observan a diario: los líderes que utilizan lenguaje de excelencia son más congruentes, inspiran al crecimiento y logran equipos comprometidos. Quienes no se interesan en trabajar en sí mismos y pulir su estilo de lenguaje, logran el escenario contrario: desmotivación, agresividad, exigencias desmedidas, conflictos recurrentes, falta de compromiso, índices de productividad inestables, etc.

La comunicación de excelencia no es un recurso “facilista” o «elitista» y no está reñida con la realidad que viven las personas en las organizaciones. Es una necesidad porque replantea la rutina de las conversaciones que no dan resultado y pone en jaque a los líderes aferrados a estilos de lenguaje peyorativos o agresivos.
 
Veamos un ejemplo:

No es lo mismo que el líder diga: “¡Necesito que (me) entregues el trabajo urgente!, casi a los gritos, que a cambio diga: ““¿Cómo vas con el trabajo? ¿Necesitás ayuda para terminarlo? Si es así, contá conmigo (o con quien designe para ayudarlo/a), ya que lo necesito lo antes posible…”

¿Cómo puede sentirse quien escucha la primera frase?
¿Cuál sería la emoción asociada al escuchar la segunda?

Los líderes pueden lentamente dejar de lado el lenguaje hipnótico (inconsciente), y aprender comunicación de excelencia para elevar así la calidad de sus interacciones, y como reflejo, de las relaciones con su personal y con toda la cultura organizacional a la que pertenece.
 
Porque como dijo la brillante Mary Kay Ash: “Una empresa es tan buena como la gente que trabaja en ella”.

Para reflexionar…

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