Nada cambia si nada cambia

Sin misteriosos ni complicados sistemas. Proponete co-crear y cambiar tu Cultura laboral y hacela realidad.

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El bienestar laboral como indicador de éxito en cualquier organización.

Existe una tendencia e interés en aumento de parte de las organizaciones y empresas globales en invertir en entrenamientos y acciones que generen bienestar laboral y mayor valor en las relaciones dentro y fuera del tejido social que las componen. Estamos en la era digital, y es natural que comiencen equipándose con los adelantos que les sirven para lograr, en especial, sus metas económicas. Sin embargo, muchos líderes comenzaron a darse cuenta del error que supone pensar – y actuar – como si esto último fuese lo más importante para lograr dichos objetivos.

Este error se observa en las encuestas e informes de las Consultoras más importantes del mundo,  y les está cobrando tiempo, dinero, recursos, renuncias masivas de empleados, sinsabores, altos índices de stress (síndrome burnout)  y continuos dolores de cabeza, tanto a los altos ejecutivos como a los dueños de empresas que no tomaron en cuenta el factor humano al “aggiornarse”.

Este no es un problema menor. Porque invertir en tecnología para vincular clientes internos y externos es magnífico, siempre y cuando la Cultura de la organización o empresa que instaure este cambio esté en sintonía, es decir, sea coherente con el desplegar de dicho cambio y sus miembros la nutran apoyando a sus líderes.

Si las personas no la pasan bien en sus trabajos, si no son escuchadas, o se sienten simples “medios” para un fin que además no es propio…Si reciben maltratos de cualquier tipo (la violencia tiene muchos estadíos, por ejemplo, la desconsideración y el ignorar o “ningunear” a uno o varios miembros del equipo son solo dos ejemplos) se desprende que la Cultura en la que trabajan no es favorable, ni para ellos ni para lograr los resultados que la alta gerencia se haya propuesto.

La Neurociencia confirmó hace más de una década que es vital para las personas percibir valor en sus ambientes laborales y sentir un estado de bienestar donde la alegría compartida no sea señalada como comportamiento “extraño” o “para corregir”. Sin embargo, en la realidad esto dista mucho de ser una constante: las empresas siguen padeciendo de “seriedad serial”, fruto de paradigmas obsoletos en materia de Management, y todavía se resisten a moverse hacia un mayor bienestar.

¿Qué sucede? ¿Por qué no se priorizan, además de los avances tecnológicos, las prácticas humanas que valoren y conecten emocionalmente a las personas en el trabajo, como por ejemplo el diálogo, la inclusión, la instauración del humor y otros tantas prácticas que brindan enormes beneficios a la mente, cuerpo y alma tal como la ciencia lo sostiene desde hace años?

Las respuestas que se escuchan no convencen a nadie. Van desde: “Invertir en “soft-skills” (conocimientos mal llamados “blandos”) es poner dinero en lo que no se ve ni puede medirse” (lo cual es es falso), hasta “no podemos darnos el lujo de hacer grandes cambios en este momento”.

Bueno, esta última respuesta agranda el problema como una bola de nieve que rueda libre por la ladera de una montaña. Porque si no “es el momento” quizá sea porque no estás alcanzando los resultados que te propusiste. Y si esto es así, tu Cultura organizacional tiene grietas comunicacionales muy serias. Mejor reconocer esta verdad más temprano, para ponerte a trabajar en lo que la trasmutará positivamente, para bien de todos y también en virtud de alcanzar resultados de excelencia (que exceden las metas económicas).

También hay quienes se aventuraron a iniciar un cambio cultural, pero no tuvieron la constancia suficiente para solidificarlo: sus líderes continuaron aferrados a viejos estilos de gestión, lo cual derivó en una vuelta hacia atrás que trajo más dudas que certezas sobre las acciones necesarias para lograr ese cambio.

Por otro lado, las empresas y organizaciones en general exigen resultados inmediatos, cambios drásticos positivos, cuando por años se aferraron a culturas incoherentes, no alineadas con la Visión que ostentan en sus campañas de marketing, y por lo tanto no están en condiciones de exigir milagros. La realidad es que solo podrán verificar con claridad los resultados positivos si están dispuestas a transitar el proceso del cambio y sostener la nueva cultura que surja contra viento y marea, y por qué no decirlo, contra sus propias profecías. Este problema “in crescendo” depende solo de una cosa: la toma de consciencia real de su existencia de parte de los ejecutivos, líderes, y toda persona que tiene otras a su cargo, en cualquier empresa u organización.

Las siguientes sugerencias apuntalan el comienzo del cambio que tu Cultura probablemente necesite para promover mayor bienestar, alegría y confianza en tu trabajo:

1 – Decidí contratar ayuda externa ya mismo.

Se trate de una persona o un equipo que te aporte miradas diferentes a las tuyas sobre lo que esté pasando dentro de tu organización, y pueda ayudarte a identificar grietas y dificultades en la comunicación que no ayudan a mantener un buen clima entre tu gente.

2 – Hacé todo lo posible por acercarte con interés a cada uno de tus empleados:

¿Sabés qué les sucede, puertas afuera de la empresa?

¿Conocés sus valores, deseos, anhelos, ambiciones?

¿Tenés idea de cómo está conformado su entorno familiar?

¿Cuánto hace que no enviás un reconocimiento grupal (o personal) por una labor bien hecha?

¿Sos consciente de que todo problema humano tiene raigambre emocional y puede solucionarse si estás dispuesto a indagar en ese mundo?

3 – Cambiá tu mentalidad actual, y elegí poner en primer plano tu poder de escucha intencional:

Cuando escuches con intención de entender y aprender de tus equipos, estarás forjando mayor confianza de parte de ellos. Porque a nadie le gusta ser ignorado, y mucho menos notar que “lo escuchan pero no están presentes” al hacerlo.

La escucha intencional se logra cuando se tiene consciencia de que al interactuar con otros, el foco, es decir, toda la atención, se debe poner en los demás, ellos son los que saben más que nadie sobre ellos mismos, y están dispuestos a enseñarte si los escuchás atentamente y con humildad.

La alegría en el trabajo es un motor de satisfacción, motivación compartida y productividad personal y grupal sostenidas. Genera ambientes laborales más livianos y menos asfixiantes. Produce conexión emocional directa y alienta la motivación personal y grupal de forma natural y simple.

Ponela en práctica, será un antes y un después en tus resultados.

Si precisás cambiar tu Cultura Organizacional y no sabés por donde empezar, escribime a contacto@monica-arias.com y coordinamos una conversación vía zoom para conocerte y explorar si puedo serte de ayuda.

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Las mías son:

Procrastinar, la mejor receta para el auto-engaño.

Cuando iniciamos un nuevo año, la energía positiva y el entusiasmo que plasmamos en nuestras agendas es palpable y nos encanta. Pero la realidad nos dice, un año detrás de otro, que esta energía no nos dura mucho tiempo. En efecto, unos más, otros menos, todos caemos en la procrastinación. Procrastinar significa tomar la decisión de dejar pendiente “para mañana”, “más tarde”, “luego”, “después”, “otro momento más oportuno” aquello que hay que hacer ahora mismo. Si te sucedió o te sigue pasando, te invito a leer más…

Los orígenes de postergar las acciones importantes que nos brindarán mayor bienestar, mejores relaciones o nos acercarán a concretar más negocios, son muy variados.

Algunos son psicológicos: la mente se “embota” o “enfrasca” en un auto-discurso difícil de reconocer como lo que es: pura resistencia. Resistir significa poner excusas desde el razonamiento lógico para no hacer lo que debemos. Esto te atañe especialmente si sos emprendedor/a o Líder.

Cuando nos decidimos a crecer en cualquier área, pensamos que tenemos todo el tiempo del mundo para hacer lo que debemos, por eso no nos comprometemos con las acciones que nos llevarán a fortalecer ese crecimiento: procrastinar es la mejor receta para no hacerse cargo del crecimiento personal y profesional. Es engañarnos a nosotros mismos.

No hay mejor tiempo que el presente, el momento actual, el hoy. Porque no hay manera de hacer nada en el pasado y tampoco poner un pie en el futuro: estas dos dimensiones del tiempo no son reales. El futuro es el presente que pensamos ayer. Recordemos, además, que el tiempo es el único recurso NO renovable con el que contamos. Todos los demás, de alguna forma y en general, se recuperan o reciclan, menos el tiempo.

Otro origen de procrastinar es a la gran cantidad de cosas que nos impusimos hacer o lograr en un tiempo determinado. Por ejemplo, al iniciar un año, como en el momento actual. Nos inunda un sentimiento de parálisis o terror de no poder hacer toda la enorme “cantidad de cosas pendientes” y por lo tanto, no sabemos por donde empezar, y procrastinamos.

El cerebro necesita orden y tranquilidad para funcionar de manera óptima, focalizarse y concentrarse. Funciona mal en el caos y no está diseñado para hacer muchas cosas al mismo tiempo (multi-tasking). Además, si no está absorto en lo que hacemos (si no disfruta la tarea o no sabe para qué la estamos haciendo – es decir, no conoce cuál es nuestra Visión/Misión, etc) nos bombardeará con pensamientos recurrentes para que dejemos de hacerla.

Cada comienzo de año tenemos la falsa creencia de que el que empieza “será más productivo”, por eso solemos llenar la agenda con múltiples actividades, referidas al trabajo y personales: llamar a X prospectos, participar de un evento de networking, crear contenidos de valor para postear en las redes, generar nuevas ofertas de nuestros productos o servicios, ir a hacer ese trámite engorroso que postergamos, comenzar una rutina en el gimnasio, destinar tiempo a hacer compras, etc.

Y por supuesto, otro «lugar» privilegiado para procrastinar es mantenernos en la excusa del perfeccionismo. Pretendemos que si no tenemos todo «perfectamente» controlado, por millonésima vez chequeado y reformado, etc, no podemos hacer lo que debemos, simplemente porque no se “ajusta” al ideal que le imponemos a todas nuestras acciones. La buena noticia es que la perfección no existe. Por lo tanto, procrastinar esperando que todo sea perfecto antes de actuar, es también una ilusión. Es otra mentira que nos contamos a nosotros mismos con la que perdemos tiempo…irrecuperable.

Si bien establecer metas diarias, semanales y mensuales es sano para nuestro progreso, también lo es ponernos límites a nosotros mismos y establecer con claridad y criterio de sentido común lo que NO es posible que realicemos, Porque…a menos que tengamos un “ejército” de personas a cargo – felicitaciones si es tu caso! – no podemos desdoblarnos y estar en varios lugares a la vez….(por ahora, diría un físico cuántico….)

Entonces, la receta para no caer en la procrastinación es simple:

Mirá tu agenda diaria y establecé cuáles son las 3 o 4 mejores acciones a tomar para tu crecimiento laboral o bienestar personal y cuáles te podés permitir no cumplir y realmente dejar para otro momento. Se trata de que te organices de forma tal que tu cerebro pueda focalizarse más, y logres cumplir con esas tareas sin abrumarte.

Ese es un buen comienzo para que tu mente ponga energía en lo que realmente es importante para el crecimiento que desees lograr. Si además sos mujer a cargo de un negocio, seguramente te vas a ver identificada con este mapa del mar de la procrastinación…a todas nos puede pasar!!!

Mar de la Procrastinación

Otra sugerencia si sos Líder es que decidas realizar solo una tarea por vez, hasta que la termines. Te sorprenderás de la productividad que podés lograr cuando tu mente se propone trabajar en una sola cosa. Inclusive podés poner una alarma con los minutos aproximados que considerás te podría llevar esa tarea. Si suena antes de terminarla, no hay problema. Ponés la alarma unos minutos más y listo. Si terminás antes de que suene la alarma, date permiso y gritá: Qué genio/a! Le gané a la alarma!!!

Ya te estoy escuchando decir: «pero eso es algo ridículo». No, en realidad no es algo ridículo, sino MUY ridículo. Y por eso, te vas a sentir genial, probalo!

Por último, te sugiero lo siguiente: sé paciente y no te presiones al límite. Tampoco seas cruel con vos mismo/a si no llegaste a cumplir todas tus metas semanales. Y definitivamente, celebrá aquellas que sí hayas logrado, poniendo el foco en ellas, y reconociendo el esfuerzo, entusiasmo y perseverancia que les dedicaste.

Importantísimo para tu proceso también es que sientas Gratitud por cada una de las bendiciones diarias. Y recordá que todas tus actividades conforman un camino que elegiste iniciar tal vez hace mucho tiempo. Es la actitud con la que elijas transitarlo – no las metas cumplidas o líneas de llegada – lo que hará toda la diferencia para tu crecimiento y evolución consciente.

Si precisás ayuda para identificar áreas de tu vida o tu negocio que precisan de tu máxima atención, o si querés dejar de procrastinar, escribime a contacto@monica-arias.com

Será un privilegio entrar en contacto y explorar opciones que puedan ayudarte. Buena semana!