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Empoderando Líderes – Dos tips prácticos

Hace ya tiempo, compartí mi artículo sobre el poder creativo e innovador de la Resiliencia Laboral (link a continuación en Español e Inglés)

Hoy deseo extender este concepto y llevarlo al terreno puntual de la práctica, con dos tips que pueden ayudarte en cualquier etapa de tu gestión como Líder.

  1. El primer tip se relaciona, como imaginarás, con mejorar o elevar la calidad tus interacciones con tu equipo/s y tu/s autoridad/es (conversaciones, gestos, formas de expresión, silencios, etc)

    Este esfuerzo se puede hacer de varias formas. Una de ellas es incluir esta propuesta en la agenda de tu reunión semanal más importante.
    Simplemente, arma un listado de tres o cuatro puntos ligados a la necesidad y/o ventajas y beneficios de mejorar la comunicación actual entre todos, y elegí un título que despierte la curiosidad de tu personal.

    Por ejemplo: el título podría rezar:“Ideas para llevarnos cada vez mejor”. Y los 3 puntos a incluir podrían ser:

    a) Hoy les hago esta pregunta para debatir entre todos: ¿Sabían que nuestras conversaciones y forma de gesticular son vitales para reforzar nuestros vínculos como equipo?
    b) Va otra para saber más sobre nosotros: En una escala del 1 al 10, ¿Cómo calificarían nuestro actual modo de interactuar?
    c) Para identificar grietas comunicacionales, les pregunto: ¿Cómo vive cada uno de Uds en el día a día sus interacciones? Si tienen ideas o sugerencias de mejora que nos enriquezcan, son todas bienvenidas.  

2, El segundo tip es igual de importante: Enlistá previamente lo que consideres ventajas y beneficios de realizar este ejercicio entre todos, compartí el listado con tu gente y solicitales feedback.

Por ejemplo: “Estimo que mejorar nuestro estilo de comunicación nos brindaría a todos estas ventajas y beneficios:

a) Aprender a escucharnos más intensificando nuestra escucha activa.

b) Solidificar nuestros vínculos
c) Unificar fuerzas con mayor sinergia y fluidez
d) Facilitar las tareas hacia los objetivos trazados
e) Qué otra ventaja o beneficio sumarían?”

Aprendiendo a comunicarte mejor e impulsando a tu equipo que practique otras maneras de interactuar les permitirá conocerse más, y cuando la gente conoce mejor a su líder – y viceversa – se forjan equipos (de cualquier tamaño) sólidos, más resilientes y de alta performance.

Y vos, ¿cuánto más vas a esperar para poner en práctica estos dos tips?

Tu consulta es siempre Bienvenida!

Dejame tus comentarios y o escribime a: excellencefanatic2@gmail.com.

Que sigas bien! Mónica Arias.

Seguridad Psicológica en la Empresa = Cultura Comercial Unificada

Es notable cómo siguen apareciendo en los escenarios de las organizaciones de todo tamaño y en todo el planeta, nuevas terminologías para denominar conceptos tan antiguos como el respeto mutuo entre los individuos, uno de los principales pilares del término de moda: “seguridad psicológica” en la empresa.

Sin embargo, sobran las razones que impulsaron a crearlo, ya que si bien la seguridad física en el ambiente laboral ha dejado prácticamente de ser una preocupación como lo era antaño, es innegable que hoy necesitamos también sentirnos seguros psicológicamente en el trabajo.

La realidad es que las personas no somos solo cuerpos sueltos, y esto que debería ser una obviedad, solo se confirmó hace apenas unos años cuando la neurociencia comprobó que somos seres 80 emocionales y que dependemos unos de otros, y se intensificó clara y drásticamente durante y después de la pandemia. Somos también seres gregarios, vivimos rodeados de otras personas y con muchas de ellas convivimos diariamente también en el trabajo.

Todos tenemos sentimientos y emociones, pensamientos y deseos. Y podemos lastimar a otros con facilidad, muchas veces sin ser conscientes de ello.

Por lo tanto, nuestro mundo emocional estará en jaque y perjudicará nuestras relaciones y comportamientos cuando no nos sintamos seguros psicológicamente donde trabajamos.

¿Qué significa el término seguridad psicológica?

Veamos primero lo que NO significa.

  • Ser extra amables o políticamente correctos todo el tiempo y con todo el mundo.
  • Mimar y / o contener a personas que se victimizan continuamente.
  • Eximirnos de nuestras responsabilidades en pos de no “herir” sentimientos o generar “susceptibilidades” en otros.
  • Ser blando, permisivos, indulgentes o enseñarle al personal que “está todo bien” aunque no lo esté.

Seguridad psicológica en el trabajo significa que, empezando por las autoridades, todos están dispuestos a reconocer la humanidad común, respetándola y respetándose. Y una vez logrado este primer pilar, trabajar juntos en aras de lograr el segundo: contribuciones significativas para el crecimiento de todo el entramado humano interno, que replicará en el externo, e inevitablemente se verá reflejado en la continua mejora de los resultados operativos.

Se trata de lograr una cultura interna que reconozca y premie la mutua vulnerabilidad, sin caer en “golpes bajos” o “chicaneos” psicológicos para justificar una mala gestión.

Cuando la vulnerabilidad se reconoce y/o se premia, la gente se compromete más, contribuye significativamente, y eleva su nivel de productividad y performance, dando de sí mayores esfuerzos para crear alto valor en su tarea diaria.

Ser vulnerable significa exponerse a un daño potencial o una posible pérdida. El simple hecho de interactuar con otras personas es un acto que conlleva vulnerabilidad, y dentro de la empresa, nuestro comportamiento estará directamente relacionado con el hecho de que los actos donde nos sintamos vulnerables sean reconocidos – y hasta premiados – o por el contrario, se los ignore y/o castigue.

Por eso, según los responsables en la empresa respondan (reconociendo o castigando), así será el comportamiento de su staff y el signo de su cultura organizacional.

Van algunos actos de vulnerabilidad más comunes en los espacios laborales:

  • Hacer una pregunta/consulta (en particular cuando se repite la misma)
  • Admitir un error (de cualquier tamaño)
  • Demostrar desacuerdo explícitamente
  • Decir “No sé”
  • Compartir un punto de vista diferente del que tiene la autoridad
  • Compartir algo personal
  • Desafiar el status quo
  • Dar feedback
  • Compartir emociones
  • Compartir una idea
  • Pedir ayuda
  • Hacer algo en lo que no se es bueno, o es nuevo o difícil para quien lo hace.
  • Decir “No”.

Un ejemplo de castigo a la vulnerabilidad, que sigue siendo “moneda corriente” en cualquier empresa:

En una reunión de trabajo, le preguntas de buena fe a tu gerente acerca de un detalle que no comprendes del proyecto que están tratando. El/Ella te responde con desagrado delante del grupo: “Qué clase de pregunta es esa fulano/a? A estas alturas ya deberías conocer la respuesta.” Y luego continua la reunión como si nada…

¿Alguna vez experimentaste esto ante una autoridad? Si así fue, seguramente no fuiste muy propenso/a a realizar preguntas en futuras reuniones a partir de entonces…Porque cuando la vulnerabilidad es castigada, las personas se retraen y entran en “modo defensivo” (de auto preservación y de preservación del trabajo), y cumplen con lo mínimo necesario para mantenerse allí, hasta que surja una posibilidad de irse.

En cambio, la vulnerabilidad reconocida o premiada genera que las personas deseen hacer un esfuerzo extra discrecional, quieren contribuir significativamente, valoran los lazos humanos y la creatividad compartida que genera alta productividad.

Siguiendo el ejemplo anterior: en una reunión de trabajo, le preguntas de buena fe a tu gerente acerca de un detalle que no comprendes del proyecto que están tratando. El/Ella te da las gracias por tu pregunta sobre el detalle en cuestión y te contesta delante de todos. Y luego te consulta si tienes otras preguntas o dudas sobre ese punto u otro punto del proyecto.

Esto quiere decir, ni más ni menos, que cuando hay seguridad psicológica, existe una cultura naturalmente inclusiva que genera confianza sostenida y alta performance.

Al contrario, sin seguridad psicológica las organizaciones pierden, y mucho…podrían estar arriesgándolo todo.

Por ejemplo:

  • Pueden causar que sus mejores talentos emigren, o que les sea difícil retener a los que decidan quedarse, ya que estos individuos no tolerarán un ambiente de inseguridad psicológica, donde no sientan que pueden contribuir significativamente mientras crecen en productividad.
  • Sufrir estancamiento, reduciendo los procesos de innovación y creatividad de las personas, ya que ambas cosas precisan de un ambiente agradable y que propicie la integración e inclusión. Las nuevas ideas y la puesta en práctica de permitir asumir diferentes riesgos son vitales para co-crear alternativas de crecimiento comercial y profesional.
  • Volverse empresas “tóxicas”. Está comprobado que las culturas que castigan la vulnerabilidad se tornan hostiles rápidamente. Los líderes no pueden ignorar la falta de responsabilidad que genera una cultura que incluye maltratos, bullying, acoso, avergonzar públicamente, etc. Estos comportamientos, lamentablemente normalizados, siguen presentes en muchas empresas y en distintos grados, provocando riesgos en el desempeño, compromiso y en la productividad, y podrían también incidir en graves problemas legales para la organización.
  • Y ni qué decir cuando esta cultura “tóxica” internalizó los acosos por cuestiones de género. Es mucho más común de lo que se cree y sigue siendo foco de problemas de todo tipo, simplemente porque muchas organizaciones niegan esta realidad y por ende, se aferran a paradigmas rígidos que ya no garantizan la continuidad de ningún negocio y mucho menos su éxito.
  • No propiciar un ambiente con seguridad psicológica produce, en el caso de los clientes internos, una reducción drástica en la calidad del trabajo que realizan, y como efecto dominó, baja calidad hacia los clientes externos, quienes no reciben la experiencia de excelencia que buscan y merecen con los productos y/o servicios que adquieren, así como con cada interacción que la empresa realiza con ellos.

En los últimos años esto se convirtió en un problema cada vez mayor, porque se ha pasado de un concepto de “buen servicio” a uno de “experiencia excelente y por ende recomendable”.

En síntesis: ¿Es la cultura de tu empresa capaz de empoderar a su gente brindando un nivel de seguridad psicológica adecuado?

Si tu respuesta es negativa… es hora de dejar de lado las excusas para co crear y crecer.

10 Sugerencias para elevar la calidad de tu liderazgo

Me encantan los recursos creativos cada vez más refinados de la inteligencia artificial. Desde ChatGpt (hace un año apenas) IA intensificó su oferta, pasando por Pika, Tome, Blender, Midjourney, Runway, Leonardo.ai, etc, y ahora el “bebé” de Open IA: SORA, y el de Google: Gemini.ai.
Una plataforma para cada necesidad y muchas de uso gratuito. Maravilloso.

Pero, de nada sirve aprender estas propuestas increíbles, si no somos capaces de dominar el arte de comunicar y de relacionarnos de manera efectiva, coherente y que implique crecimiento para todas las partes, en particular en el ámbito laboral.

Si sos líder, van 10 sugerencias que te pueden ayudar a mejorar tu nivel de inteligencia emocional y la calidad de tu gestión.


1 – Efectuar un proceso de profundo auto conocimiento o Auto-Coaching: Es necesario realizar una introspección exhaustiva para reconocer fortalezas y debilidades propias antes de señalar las ajenas.


2 – Asumir plena responsabilidad de tu rol, y estar atento/a las variables de las dinámicas relacionales y del contexto interno y externo de la compañía.


3 – Capacitarte en las nuevas tendencias dentro de las organizaciones. Ya no alcanza con leer libros o hacer cursos, hoy es preciso tomar decisiones aprendiendo y utilizando inteligencia emocional, comunicación de excelencia, Neuroliderazgo, gestión colaborativa y de personal con diferencias generacionales, habilidades de inclusión en contextos globales, etc, capacidades todas imprescindibles en la realidad actual.


4 – Incrementar tu dosis de empatía y humildad para:


a.  Ser consciente de que no sabés que no sabés;
b. Tomar la iniciativa de acercarte para conocer más sobre cada individuo que lideras.
c . Reconocer puntos de mejora en tu gestión solicitando feedbacks o retroalimentación periódica.


5 -Contratar ayuda externa como un/a Neuro Coach con base neurocientífica y holística para optimizar tu comunicación y apoyarte en el proceso de crecimiento profesional propio y del equipo.


6 – Ser coherentes: que lo que haces refleje lo que dices. Se educa con el ejemplo, así en casa como en el trabajo. Esto no es nuevo, pero la coherencia dejó de ser un valor hace rato en las empresas. Es necesario recuperarlo.


7 – Correrse del “Yoísmo” y de la manía por la perfección. Nada más indeseable y desmoralizante que gestionar personal desde el egoísmo, la manía de exigir perfección – cosa inexistente en este Universo – y la necesidad de recibir permanente aprobación.


8 – Instaurar aprecio, respeto, cuidados y armonía, donde el error sea parte del aprendizaje de todos. Si sos de los que usan el dedo índice para señalar a quienes cometieron errores, necesitás trabajar en vos antes de seguir siendo quien comete el peor error.


9 – Mantener la mente abierta con interacciones más espontáneas, menos acartonadas, más alegres, reales y beneficiosas para todos.


10 – Convertirse en Líder-Coach para educarse y educar en todo lo anterior.

Consultas: contacto@monica-arias.com

Seguridad Psicológica en la Empresa

¿Quién quiere trabajar en un lugar donde no se siente seguro de hablar, rebatir o siquiera opinar? Nadie.

La seguridad psicológica es una construcción diaria de la empresa y el compromiso de sus líderes en sostener la Cultura que la ponga en práctica.

Va un documento pdf con algunos tips para comenzar a construirla porque…

Nada cambia si nada cambia.

La empresa-elefante inamovible…

Hace unas semanas, leí un interesante artículo en inglés en la revista Harvard Business Review sobre gestión del talento humano, escrito por Marcus Buckingham, llamado: “Designing a job that people love” (“Diseñando un trabajo que la gente ame”- link al final del artículo).  Desde la introducción, el autor comparte un análisis de la realidad laboral actual en la mayoría de las empresas del mundo, imposible de soslayar: la huida masiva de empleados (la gran renuncia) que elevó los índices de rotación de personal por las nubes. Según el autor, parte del problema es la falta de amar lo que se hace en el trabajo. En este artículo reviso algunas razones – o excusas – que se siguen escuchando para evitar los cambios, ya inevitables, dentro de las organizaciones.

Las empresas ya no logran retener un plantel estable aplicando fórmulas “estandarizadas” y  obsoletas con las que intentan frenar esta tremenda “sangría”. Pero este problema no es nuevo…es parte de un cambio que se inició mucho antes de traspasar las puertas del milenio.

Se podría decir que hoy se aceleró este proceso porque los más jóvenes se atreven con más frecuencia a plantear sus inconformidades, reclamar sus derechos, denunciar abusos y acosos, etc, y finalmente….retirarse sin más.

En su artículo, Buckingham explica que en las encuestas más recientes con muestras aleatorias de trabajadores de todo el mundo, se comprobó que las características más potentes de retención y compromiso del personal no incluían la resiliencia o la inclusión, tampoco el salario, el estar a gusto en el lugar de trabajo o llevarse bien con los colegas, ni siquiera una fuerte creencia en la misión de la organización. Factores todos obviamente importantísimos, pero según el autor, ninguno tan significativo como las respuestas que dieron los encuestados a estas 3 auto-preguntas:

  • ¿Tenía ganas de trabajar en esta empresa todos los días de la semana pasada?
  • ¿Tuve la oportunidad de usar mis puntos fuertes todos los días?
  • En el trabajo, ¿tengo la oportunidad de hacer lo que se me da bien y algo que me encante?

Entonces, está más que claro que el paradigma cambió. Considerablemente. Y la neurociencia lo viene advirtiendo hace años: solo cuando la empresa u organización aprenda a vincular de manera inteligente lo que la gente ama hacer con sus actividades reales logrará un mayor rendimiento, compromiso, resiliencia y como resultado, un menor índice de rotación.

El artículo es sumamente interesante, porque el autor sostiene que amar lo que uno hace es sinónimo de responder positivamente a las 3 preguntas planteadas más arriba. Lo cual no deja de ser cierto, aunque lamentablemente aún siga siendo utópico en la mayoría de las organizaciones.

La pregunta obvia entonces es:

¿Por qué las empresas saben que para que su personal se “ponga la camiseta” y quiera colaborar con sus líderes debe forzosamente poner el foco en crear y proponer un estilo de cultura (conjunto de valores, creencias y normas internas) cuyo norte sea que “las personas son lo más importante” para ellas (People First), pero la realidad sigue demostrando que se resisten terriblemente a hacerlo?

Una respuesta es que las empresas están en un período de transición paradójica porque saben que deben cambiar, pero se quedan en deseos. Sus intenciones conviven con lo que ya es obsoleto aunque todavía tiene fuerza: los paradigmas a derribar o descartar siguen siendo muchos.

Además, y como vengo enseñando hace años, una de las razones más importantes de la diferencia entre el saber lo que deben hacer y el hacer concreto en las empresas, es que estas sobre estiman demasiado los aspectos tangibles que logran sus competidores o rivales (resultados, campañas de marketing y redes sociales, etc), mientras subestiman descaradamente su principios y valores – filosofía de la compañía – y los motivos de su manera de proceder (la autorreflexión sobre su accionar prácticamente no existe).

Es decir, es casi infantil observar cómo algunas se animan a hacer cosas distintas, pero “copiando” las prácticas de sus rivales, sin lograr los mismos resultados, sencillamente porque no realizan los cambios interiores profundos en referencia a su filosofía y cultura.

Es decir, el cambio iniciado es superficial, sugiere una forma de liderar rígida y uniforme, un estilo de cultura cuyo modelo de competitividad descarnada no puede sostenerse en el tiempo porque no es genuino, y porque en su propia base subyace la intención de “hacer copy-paste con intención de ganarle al enemigo a como de lugar”. (Cualquier parecido con alguna frase en estado de guerra no es casualidad).

Otra razón es que el temor y la resistencia hacen muy difícil la transformación cultural, ya que las organizaciones – a pesar de sus intentos en “probar” modelos nuevos – suelen desistir de creer que la transformación sea posible, porque no se dan tiempo, les falta paciencia y continuidad, y descartan con rapidez los esfuerzos que exige el proceso de cambio, volviendo al círculo vicioso de modelos conocidos, aunque año tras año se demuestre que son nocivos e inútiles para mejorar las relaciones humanas, y por ende para lograr equipos con altos índices de productividad y fidelidad.

(Me recuerdan al elefante que a fuerza de ser encadenado desde pequeño, no supo moverse y liberarse una vez que le quitaron la cadena, porque sufre de indefensión adquirida: a pesar de su enorme fuerza, sigue creyendo que no puede hacerlo).

Un paralelismo de este caso lo encontramos en algunos comportamientos humanos individuales: ¿quién no ha “insistido tezudamente” y por la razón que sea, en permanecer – disimulando felicidad – en una relación extremadamente tóxica o nociva, aún a sabiendas de las consecuencias negativas para su salud psicofísica?

Así es, nos pasó a muchos. Y este comportamiento, trasladado al mundo empresarial, se ve complejizado de manera feroz por los cambios que las nuevas generaciones vienen imponiendo hace años y por la testarudez de los empresarios en no querer iniciar y sostener cambios positivos en sus organizaciones, empezando por educar a sus líderes, en especial con prácticas de comunicación de excelencia consigo mismos y su personal.

Otro motivo es que se acabaron las épocas donde los líderes apoyaban su poder en la función formal (posición jerárquica), que desde la época del taylorismo solidificó sus comportamientos muchas veces incoherentes e irracionales en su forma de interactuar con los clientes internos, pero sumamente cordiales al interactuar con los externos. Cosa que sigue sucediendo, a pesar de todos los esfuerzos que ponen las empresas en negarlo.

Lamentablemente, este tipo de líderes continúan formando el staff ejecutivo de muchas organizaciones del mundo, aunque no cuentan con lo más importante para lograr una gestión destacada, que vaya mucho más allá de los resultados económicos: autoridad natural, es decir, aquella conferida por los mismísimos miembros de sus propios equipos. Esta autoridad se gana, no se obtiene por “mandato” ni por posición o cargo.

En realidad, los modelos ultra piramidales y que enseñan solo a competir para “derrotar al enemigo y ganar”, tienen cada vez menos fuerza, pero aún siguen “vivitos y coleando”.

Hace falta una cuota de valor y coraje enormes para aceptar que los componentes de un cambio profundo en cualquier cultura organizacional están basados íntegramente en procesos educativos a mediano y largo plazo, nunca son inmediatos y mucho menos instantáneos.

Cada empresa puede diseñar con ayuda externa, su propio sistema basado en valores tales como el respeto, la comunicación de excelencia, la diversidad e inclusión, la escucha intencional, la reflexión antes de la acción, la actitud analítico-crítica, la innovación, la educación emocional y la creatividad tanto para evitar y / o resolver conflictos, como para mejorar todas las interacciones dentro y fuera de la organización.

Ya lo dijo claramente el genial Richard Branson: “Entrena a tu personal tan bien como para irse. Luego trátalo tan bien como para que no quiera hacerlo”. ¡Salud!

https://hbr.org/2022/05/designing-work-that-people-love?utm_source=social&utm_medium=linkedingroup&utm_campaign=recommendations

«Designing work that people love» – by Marcus Buckingham

Resiliencia que fomenta creatividad e innovación en el trabajo. Resilience that encourages innovation & creativity at work.

Todos estamos en gran medida de acuerdo con lo que el término resiliencia significa: la capacidad de recuperarse de la adversidad, enfrentar desafíos y adaptarse a los cambios. También muchos coincidimos en lo que implica ser una persona resiliente, que podría resumirse en alguien que sabe mantener su mentalidad y su actitud positivas a pesar de los obstáculos y/o experiencias no agradables, y continuar su crecimiento por encima de ellos.

No obstante, al hablar de resiliencia, se omite mencionar que este término suele mal interpretarse dentro de las organizaciones.

Me refiero a que existe una creencia creciente y real que vincula a una persona resiliente con alguien “dispuesto a tolerar” cualquier situación de abuso (verbal, no verbal o ambas), o tipo de violencia laboral (explícita, implícita o ambas).

Esta situación no puede estar más alejada de la verdad, ya que un individuo resiliente no es quien “soporta cualquier cosa o situación”, sino todo lo contrario: es un ser que, habiendo atravesado dificultades, muchas veces durísimas, entre otras capacidades aprendidas, conserva la de hacer frente a todos los desafíos que se presenten sin perder la calma, con dignidad y la convicción de que no está dispuesto/a a tolerar abusos de poder o situaciones de violencia de ninguna naturaleza.

Hecha esta aclaración, la realidad continúa mostrando en las empresas altos índices de desidia en contemplar e incluir resiliencia como valor en sus culturas organizacionales.

Esto se debe en gran parte a la ceguera de sus líderes en tomar en cuenta la ingeniería en reversa del problema: no hay forma de iniciar un proceso de innovación, y mucho menos de creación, a menos que, entre otras cuestiones:

  1. Se establezcan mecanismos de gestión concretos y medibles sobre la mejora en la comunicación dentro de todo el entramado social de la empresa.
  2. Se verifique si efectivamente la organización demuestra con los hechos que su cultura es diversa e inclusiva, o si se queda en enunciados de “buena intención”.
  3. Se realicen chequeos periódicos de salud mental con especialistas, en particular entre quienes tienen personal a su cargo.
  4. Se eduque permanentemente al personal, comenzando por el ejecutivo, en la importancia y enormes beneficios de saber cómo funciona básicamente nuestro cerebro y cuáles son los orígenes orgánicos de una gestión pobre en inteligencia emocional.
  5. Se revise la cultura organizacional cada tanto, y de ser preciso, se tomen decisiones respecto de realizar las mejoras y/o cambios necesarios.

Si bien este es un plan relativamente simple, no por ello es fácil de implementar. Porque en general las empresas – salvo excepciones – continúan aletargadas en materia de tomar consciencia de los problemas que pueden estar obstruyendo el nivel de creatividad e innovación de los individuos que la componen.

Por lo tanto, aquellos líderes que realmente lo consideren y lo pongan en práctica fomentarán la resiliencia en sus grupos y tendrán una ventaja competitiva que distinguirá su gestión al nivel de excelencia.

English version:

We all largely agree on what the term resilience means: the ability to recover from adversity, face challenges, and adapt to changes. Many of us also agree on what it means to be resilient, which could be summarized as someone who knows how to maintain a positive mindset and attitude despite obstacles and/or unpleasant experiences, and continues to grow in spite of them. However, when talking about resilience, it is often omitted that this term is somewhat misunderstood within organizations.

I refer to the growing belief that links a resilient person with someone ‘willing to tolerate’ any situation of abuse (verbal, non-verbal, or both), or any type of workplace violence (explicit, implicit, or both). This situation could not be further from the truth since someone resilient is not one who ‘endures anything or any situation’, but quite the opposite: it is them who, having faced difficulties – often very harsh ones – were able to develop among other abilities, the one that allows them to face all challenges without losing calmness, with dignity, and the conviction that they are not willing to tolerate abuses of power or situations of violence of any nature.

That being said, reality continues to show high levels of neglect in companies to consider and include resilience as a value in their organizational cultures. This is largely due to the blindness of their leaders in taking into account the reverse engineering of the problem: there is no way to initiate a process of innovation, much less of creation, unless, among other things:

a) Concrete and measurable management mechanisms are established for improving communication throughout the whole social fabric of the company.

b) It is verified whether the organization effectively demonstrates through actions that its culture is diverse and inclusive, or if it remains in simple statements of ‘good intention’.

d) Executives and staff are continuously educated on the importance and enormous benefits of understanding how our brain works and the organic origins of poor emotional intelligence management.

e) The organizational culture is reviewed from time to time, and if necessary, decisions are made regarding the appropriate improvements and/or changes.

While this is a relatively simple plan, it is not easy to implement. Because in general, companies – with some exceptions – continue to be sluggish in becoming aware of the problems that may be obstructing the level of creativity and innovation of all the members of their stuff.

Therefore, those leaders who truly consider it and put it into practice will encourage resilience in their groups and will have a competitive advantage that will distinguish their management to the level of excellence.

La Maestría el liderazgo femenino se demuestra andando…

Comparto un nuevo artículo que escribí para mi columna en la revista femenina de negocios Visionarias Business.

Liderar cambios con maestría no requiere de super poderes ni de fórmulas extrañas. Se trata de aceptar que para iniciarlos hace falta mucho coraje, y que para sostenerlos se debe demostrar el ejercicio de esa maestría en dos niveles. Las mujeres líderes intuitivamente los conocemos, aunque no siempre los dominamos, a pesar de que uno de esos niveles nos es ultra familiar desde que el mundo es mundo, y antes también.

Empecemos conviniendo que para poner en práctica la gestión de cambios, se requiere, entre otras “menudencias”, contar con cuotas extra de valentía, una paciencia extraordinaria, capacidad ilimitada para aprender de los errores sin auto flagelarse al cometerlos, una dosis de humildad digna de la encarnación de un lama, y mil cuestiones más. Pero por encima de todo, necesitamos dominar los niveles físico y no físico implicados en el proceso.

El nivel físico lo llevamos a cabo a través de nuestras conversaciones, interacciones, movimientos y acciones concretas.

El no físico mediante los pensamientos, conversaciones con nosotras mismas, intenciones, gestos conscientes e inconscientes y principalmente, nuestro nivel de energía: las mujeres corremos con ventaja en este nivel, porque este es precisamente el mundo que la cotidianeidad nos invita a explorar permanentemente.

Es como si hubiésemos nacido dotadas de un canal de “inteligencia artificial” propio e incrustado en nuestro ser: “chateamos” con nuestro gps interno todo el tiempo. Esto nos facilita el auto conocimiento (nivel no físico) pero no siempre nos animamos a explorarnos.

A decir verdad, ambos niveles suelen ser disonantes entre sí, y esto es simplemente producto del enorme miedo que muchas líderes sienten por razones diversas (conscientes o no), que las anclan en estados de frustración o de perpetua repetición de ciclos: “recalcular” implica un movimiento interno que a todas luces sigue estando “devaluado”, pero cuyos misterios y tesoros la mayoría de nosotras conocemos muy bien, aunque los resistamos.

Reconocemos, por ejemplo, que un cambio ha tenido lugar porque lo hemos “medido” u “observado” (nivel físico), pero aún hay muchísima resistencia en reconocer que ponerlo en práctica también implica haber dominado nuestro mundo íntimo, emocional, energético y por ende, “vibracional” o no físico.

La ciencia nos dice que a mayores miedos, menor “vibración” expansiva de la energía que cada ser humano emite. Esto solía denominarse “discurso pseudocientífico”, pero ya es una realidad contundente y harto probada: las líderes efectivas exhiben una energía ampliada, expansiva, que disipa los miedos propios y ajenos, creando vínculos profundos en beneficio de todos. Por eso, el logro de cualquier cambio que emprendamos está ligado directamente al uso adecuado – o no – de la energía de que dispongamos durante el tiempo que implique transitarlo.

Aclaremos que cuando la ciencia habla de “nivel de energía” no se refiere a si la persona es o no proactiva, inteligente, ejecutiva, preparada, rápida, buena estratega, genia financiera, etc (Estas son cualidades magníficas, pero por sí mismas no producen cambios en la dinámica relacional). Tampoco se refiere a quien al presentarse parece que “se lleva todo por delante, como un huracán” (alguien así será sumamente temida y como mínimo, confundirá por demás a su gente).

No. El nivel de energía en este caso está ligado a la carga emocional positiva que exhiba la líder, a su disposición permanente a ser flexible, a priorizar el servicio, a su intención genuina de lograr un equipo unido, sólido, con identidad propia, donde la energía grupal siempre esté presente y se trabaje e interactúe con verdadera pasión y alegría.

Es decir, el nivel de energía se refiere no solo a lo que la líder hace y dice, sino, en especial, a “cómo lo dice y hace”, y esto, una vez más, está ligado mucho más con el nivel no físico de su gestión.

Es verdad que autoadministrar la energía es más bien como mínimo, una tarea harto compleja donde entran en juego factores de la personalidad, creencias, estado anímico, contextos, etc. Se entiende entonces lo difícil que a veces resulte asumir tu rol y reconocer cómo están tus niveles – en especial el no físico – así como el de los demás, y distribuir tareas acorde a las diferentes capacidades, ya que por regla general no todos estarán pasando por estados anímicos iguales, o demostrarán niveles de energía similares en el mismo momento…día, semana, mes, etc.

Otra noticia que nos da la ciencia es que en un entorno donde priman las emociones desmotivadoras o perjudiciales psicológicamente, se erosionan las capacidades mentales y a su vez, esto repercute en la baja calidad de las relaciones que se entablan en dicho entorno (cultura organizacional tóxica), lo cual a su vez desmoraliza y se ve reflejado en el bajo rendimiento y productividad del personal (resultados).

Recordemos que el cerebro es altamente ineficiente cuando está aburrido o estresado, pero funciona de manera óptima en estado de “curiosidad”, sorpresa positiva, color, armonía y alegría, lo cual facilita que se equilibren las demandas trabajo con las habilidades de las personas para cumplirlas. Por otro lado, todas sabemos que la gente trabaja bien cuando se siente bien. Tu rol y tu equilibrio emocional – nivel no físico – son por lo tanto vitales para mantener el espíritu de tus equipos bien alto, a pesar de los desafíos y problemas que enfrenten.

Y aquí entra en juego tu capacidad para permanecer atenta a tus propios cambios de humor, tus pensamientos, intenciones, conversaciones, lenguaje que utilices, acciones, nivel de energía; es decir, cómo estás gestionando los dos niveles que implica un cambio, ya que de ello dependerá que puedas establecer metas y desafíos “convocantes” y con “sentido” para todos, más allá de los que establezca la compañía para la que trabajes o los que vos misma plasmes como dueña de tu empresa.

Veamos un ejemplo de acciones – nivel físico – que te ayudarán a liderar cambios:

⇒ Reflexiona , revisa y reevalúa aquello que no esté “funcionando” bien…

Revisa periódicamente y con curiosidad qué viene pasando en tu gestión y en el clima que se vive en tu grupo. Define qué tipo de problema o desafío persistente incide directamente en la dinámica relacional y en los resultados y anótalos en un cuaderno o tabla digital. Te dejo dos ejemplos y te animo a agregar todos los que recuerdes de acuerdo a tu caso específico:
.

  1. En líneas generales, hace rato mi equipo está desanimado/resentido/distraído/no comprometido/rebelde, etc.
    .
  2. Me cuesta mucho “llegar” a conectar emocionalmente con mi gente/lograr que comprendan la importancia de trabajar en equipo/ involucrarlos en las metas/responsabilizarlos por las tareas/mantenerlos activos, etc.

⇒ Una vez definas los problemas a los que te enfrentas, crea una lista de posibles acciones que podrías tomar inmediatamente, tanto a nivel presencial como virtual, por ejemplo:

  • Convocar a una reunión semanal breve donde invites al diálogo y a la creatividad. Debes dar el ejemplo abriendo el mismo (no confundir con brainstorming).
  • Anima a tus equipos a comentar cómo se sienten al hacer esto último. Siempre tomá nota de la información que recojas en esos encuentros.
  • Exigir menos y acompañar / conectar / enseñar / servir más.
  • Escuchar más y mejor a cada miembro del equipo, tanto en reuniones como en todos los casos en que mantenga una conversación, pública o privada.
  • Solicitar ayuda inter o extra company si lo crees necesario.

En el nivel no físico y para mejorar tu forma de relacionarte, antes que nada practicá equilibrar tu mundo interno, energía y emociones.

Puedes ayudarte a través de múltiples patrones mentales disruptivos, por ejemplo con ejercicios de respiración consciente, meditación, mindfulness (plena consciencia del presente), ejercicios de relajación, yoga, QiGong, escuchando música que te agrade, bailando, practicando “grounding” (caminar descalza y tomar un “cable a tierra”), practicando expresiones artísticas, contratando a quien te ayude, en fin, lo que sea y resulte necesario.

Luego incorpora la práctica de bajar un poco tu tono de voz y de modular tu forma de comunicarte al interactuar para crear una atmósfera de interacción más armónica y sentirte cada vez mejor con el cambio. Hablar en tono afable y cálido no implica utilizar un tono “aniñado” o “falsear” la intención de conectar. Sencillamente, cambia apenas tu forma de hablar de manera que notes el efecto en las personas, que se verá traducido en más atención e interés en escucharte, etc.

Aunque al comienzo te incomode, porque naturalmente estarás entrando en “terreno desconocido” y a tu cerebro no le va a causar ninguna gracia, date tiempo y sé constante con la práctica: tu energía comenzará a expandirse a medida que te focalices sin temor en lo que vas “observando” inside-out (de adentro hacia afuera).

⇒Por último, te animo a que invites a tu gente a ser parte de algo mucho más importante, inclusivo, abarcativo y enaltecedor que simplemente lograr metas (transformación)

Los seres humanos anhelamos formar parte de algo que nos de orgullo hacer, en especial si los efectos de nuestro trabajo benefician a muchos. Algo que además nos permita hacer cosas que nos brinden satisfacción interior y nos hagan crecer.

En ese marco, puedes diseñar junto con tu personal una meta “extraordinaria”, positiva, significativa, donde tengan lugar acciones en conjunto por las cuales cada quien sienta la importancia de su papel en lograrla.

Es, en definitiva, andando sin miedo los caminos interiores como cada mujer líder se ayuda a sí misma a promover el crecimiento y el aprendizaje continuo, invitando a los demás a ser partícipes de sus respectivas transformaciones inside-out.

Al poner en práctica estas sugerencias, y tener en cuenta los requisitos que requiere todo cambio, no tardarás en notar que lograste la maestría en dominar los niveles físico y no físico de tu gestión, contarás con mucha más energía expansiva, al igual que cada miembro de tu equipo, y el efecto será replicador, porque el ambiente se transformará para bien, y junto con él, la inspiración y entusiasmo que habrás podido contagiarle a todos.

Recuerda que nada cambia si nada cambia. Sé muy bien y por propia experiencia que transformarse y transformar siempre es más difícil, pero es mucho más estimulante que no hacerlo, ya que en la vida en general, los trabajos y en especial las relaciones, lo único que permanece – paradójicamente – es el cambio.

Por eso, cambio y vida son prácticamente sinónimos…más claro imposible. Aventurarse a cambiar es un signo de madurez emocional por demás digno de las mujeres que se atreven a liderar, hoy y siempre, con alma y vida. 

Por ahora, esto es todo. ¡Cambio y fuera!


Mónica Arias para Visionarias Business, España..

El link para ver el artículo en la página de Visionarias Business es: https://visionarias.business/la-maestria-femenina-en-liderazgo-se-demuestra-andando/

Inteligencia Artificial y Emociones: nuevo cocktail que dará mucho que hablar…

Transitamos un momento histórico mundial llamado “era digital”, que en realidad se define mejor como “era digital/relacional”, porque la tecnología en todas sus variables (inteligencia artificial, robótica, realidad virtual y aumentada, etc) seguirá creciendo ad infinitum, a costa de que nuestra habilidad relacional – crecimiento del grado de inteligencia emocional – se vea estancada con o involucione, muy a nuestro pesar.

Los seres humanos somos mitómanos: nos mentimos bastante y no nos damos cuenta de cuánto nos domina el ego a la hora de interactuar con los demás, en especial cuando no nos conocemos, porque hacerlo implica un trabajo de reconocimiento de habilidades pero también de debilidades, de luces y sombras, que no muchas veces nos gusta explorar pero que es necesario integrar.

Lamentablemente, el panorama que aún persiste en muchas empresas, organizaciones e instituciones sigue siendo el mismo: los líderes en general y por la razón que sea, continúan creyendo que el cargo equivale a idoneidad, no han evolucionado a nivel emocional, y no reconocen que deberían cambiar algunos rasgos para obtener la confianza de su personal por su manera de ser y de relacionarse, y no por imposición.

Pero la realidad se impone y nos sacude: si no reconocemos que lo más importante en todos los ámbitos humanos – familiar, laboral, social, etc – es aprender a navegar las dinámicas relacionales que entablamos con otros seres en pos de mejorar nuestros vínculos, nos resultará sumamente difícil, sino imposible, crecer como personas y ni qué hablar como empresas. Esta no es una novedad, la neurociencia comprobó que somos seres 80 % emocionales y 20 % racionales, hace más de dos décadas.

De hecho, las empresas que hoy siguen creciendo son las que aprendieron a dejar atrás los mecanismos que imprimen competencias descarnadas y un marketing dirigido solo a clientes externos, se armaron de coraje y volcaron esfuerzos y recursos para detectar grietas en sus estilos de comunicación y transformar positivamente sus culturas organizacionales y consecuentes resultados.

Esa es la razón por la cual aprender a comunicar a nivel de excelencia es hoy un no negociable: porque todo comunica, y de acuerdo a nuestra forma de pensar, hablar y actuar, se fortalecen o debilitan nuestros vínculos, en especial nuestras relaciones laborales, y por ende los resultados. Históricamente, siempre fue así, pero hoy con el advenimiento de la inteligencia artificial y los estragos psicofísicos que dejó la pandemia, se nota mucho más la necesidad urgente de practicarla.

Sobre la inteligencia artificial, hay que decir la verdad: más allá de la expectativa (buena o mala) que genera, de su poder de asombrarnos y “movernos la estantería” por los miedos y la enorme incertidumbre que despierta, es un invento magnífico. Tiene tantos usos y aplicaciones como se nos ocurra, y la velocidad de respuesta es casi instantánea (ChatGPT, Adobe, etc).  Hay quienes afirman que hasta podremos contar con su ayuda para dirimir asuntos donde nuestras emociones estén en juego, que habrá tal vez una economía dirigida por ella, que millones quedarán sin empleo por su culpa y mil hipótesis más.

Lo cierto es, a mi juicio, que, tal como solía decir una querida profe hace años, “andando se acomodan los melones en el carro”, es decir, una vez que se masifique el uso de la IA, tal vez sí se pierdan empleos, pero también se generarán otros. Entonces, es genial aprender a utilizarla, actualizarse en lo que propone mientras avanza, pero no hay porqué “salirse del carril” dándole un poder sobre nuestra naturaleza que no tiene por qué tener.

A propósito de esto último, comparto este excelente video sobre la charla TED que brindó la Ingeniera en telecomunicaciones Susana Pérez Sánchez, llamada: “IA y Emociones: la importancia de la experiencia humana”. Siendo experta en el área, ella supo resumir con maestría el tema y realmente no podría estar más de acuerdo con lo que expuso en su charla.

En síntesis: hemos pasado de la era de la información a la del conocimiento, y ahora estamos atravesando la era de la transformación, o digital/relacional. Hubo un período donde estuvo de moda el pensamiento lateral, al que se sumó el brainstorming, después del design thinking, y ahora transitamos las metodologías ágiles y el advenimiento de la inteligencia artificial.

Pero más allá de las modas, la esencia que se impone es la misma: se trata de recuperar el sentido común, la reflexión que nos da claridad y nos mantiene en el centro de nuestro eje neuro-cardíaco-visceral donde habitan la calma, la razón y la objetividad, de manera que se active la inteligencia emocional indispensable para fortalecer nuestros lazos humanos y continuar con menos carga el camino de la evolución consciente que nos atañe a todos.

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Mónica M. Arias.

Consultora Boutique en Comunicación de Excelencia.

contacto@monica-arias.com

IG @creceinspirando

Seguridad psicológica: 5 Niveles de auto-indagación para Líderes.

La seguridad psicológica es un pilar vital para mejorar la cultura y resultados de cualquier organización.

La pandemia hizo estragos con la salud mental de la población, y los cambios de estilos de trabajo (virtual, presencial o mixto-híbrido) hizo otro tanto con los estilos de liderazgo tradicionales que ya no pueden sostenerse.

Educar a los líderes para auto-conocerse es el primer paso hacia una gestión más humana.