Para liderar con autoridad natural y eficacia, va el cuarto NO negociable del paradigma actual de liderazgo.
La titánica tarea de liderar hoy sin tener idea del funcionamiento del cerebro y la mente, equivale a recorrer un laberinto sin salida con pasaje de ida al fracaso garantizado de tu gestión. La ciencia ha demostrado que cuando pensamos, creamos, porque los pensamientos gestan emociones y desde ahí, nos comunicamos, nos movemos, decidimos, actuamos, en síntesis, lideramos, tanto a nosotros mismos como a los demás.
Cada día elaboramos aproximadamente 70 mil pensamientos, muchos de los cuales son repetitivos (consciente o inconscientemente) y se basan en lo que ayer pensábamos, es decir, en el pasado. Rara vez hacemos el esfuerzo de «crear» pensamientos y solo somos capaces de observarlos cuando “los detectamos claramente”. Al hacerlo, descubrimos que la mayoría son restrictivos, egoicos, prejuiciosos, negativos, y en general, nos llevan a armar juicios sobre nosotros y los demás que pueden ser totalmente infundados.
¿Por qué es importante reconocer la mayor cantidad de pensamientos que surgen? Porque es la calidad de lo que pensamos lo que determina, en gran medida, cómo nos comportamos, y a su vez, el comportamiento o forma de ser que repitamos le ganará siempre la partida a nuestras mejores intenciones de lograr una gestión transformadora, inclusiva y efectiva.
El cerebro cumple la función de preservar la supervivencia, y es por ese motivo que la mayoría de los pensamientos que tenemos NO son expansivos, ni alegres o alineados con altos valores humanos. Hay que hacer un esfuerzo consciente diario para revisarlos y no permitir que se conviertan en la causa de un círculo vicioso que perpetúa relaciones humanas sin confianza ni genuina comunicación.
La mente – que nadie sabe a ciencia cierta qué es, ni cómo y porqué forma pensamientos – nos juega malas pasadas cuando no sabemos cómo desviar la atención, desde lo que no nos sirve más aunque nos resulte familiar, hacia lo desconocido, que contiene la “semilla” de nuevas y mejores posibilidades. En efecto, la parte ancestral del cerebro, o “complejo reptiliano-emocional” se encarga de que permanezcamos en nuestra zona de confort, aún cuando no es lo que más nos conviene, nos sirve o nos beneficia.
Es mediante funciones del neocórtex – parte más desarrollada del cerebro – y en particular de los lóbulos pre-frontales (ver dibujo), que logramos la reflexión y observación neutral de lo que estamos pensando, de cómo nos sentimos y de qué elecciones conscientes hacemos al pensar, sentir, hablar, gesticular y actuar.
El cerebro tiene dos hemisferios, izquierdo y derecho, unidos por una parte llamada “cuerpo calloso”. Ambos tienen funciones diferentes (ver figura). El izquierdo es la sede del lenguaje, la lógica, la planificación y las funciones ejecutivas, entre otras. Y el derecho lo es del mundo del color, la imaginación, la intuición y la creatividad. Hoy la ciencia con ayuda de la tecnología ha podido constatar que a pesar de estas funciones aparentemente “contradictorias”, nuestros cerebros funcionan de manera “holística”, es decir, integrando las funciones de ambos hemisferios y “borrando” las hasta ahora marcadas diferencias entre sus funciones.
Cuando inicies un cambio que implique el esfuerzo de prestar atención a tus pensamientos, como por ejemplo, crecer como líder y gestionar con autoridad natural, habrá resistencias. No te asustes ni permitas que “el chateo” mental te absorba y focalice tu mente donde no debe estar. Centrate en buscar la forma de pensar, decir o hacer algo de manera diferente y mejor.
Por otro lado, tu energía inside-out (aquella que se gesta interiormente e irradiás al exterior) debe permanecer equilibrada para que tu mundo emocional deje de “traicionarte” y se estabilice, brindándote mayor claridad para refocalizar tu mente hacia el momento presente y los objetivos que quieras alcanzar cada vez que sea necesario, sin jugarte ni juzgar. Regular tu energía implica también un compromiso que asumís con tu propio bienestar y el de quienes están a tu cargo.
Los líderes que se atreven a auto-liderarse y practicar valores humanos universales en su gestión, que se compromenten a ser más transparentes, humildes, vulnerables, y que conocen cómo funcionan básicamente el cerebro y la mente, además de lograr equilibrio emocional podrán desarrollar habilidades “blandas” o “soft-skills” mucho más acordes a las necesidades que todas las generaciones que conviven hoy en los ambientes laborales están demandando a gritos.
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Que tu semana sea buenísima! Mónica